lunes, 1 de octubre de 2012

Sereno

Me despedí de mis hermanos después de almorzar, de repente tuve la sensación de salir a caminar si un rumbo fijo, solo salir y despejarme después de un almuerzo muy habitual. Como es común en mi familia se pasa de la alegría a la tristeza en un parpadeo, ese movimiento constante de emociones típicos de seres bipolares que se da en mi clan es estresante para mi alicaída mente; si, sería grato salir a caminar.
Misteriosamente no pululan personas por las veredas lo que hace una caminata fuera del promedio normal, de las veces que he salido a recorrer las sendas es común algún transeúnte que me detenga a saludarme con un afectuoso hola como estas, mi educación siempre me aconseja devolver el gesto con una sonrisa en la cara y luego continuar con mi ociosa travesía. En esta ocasión no es así, misteriosamente el gentío prefirió acurrucarse en sus modestos hogares; pienso.
Embebido en mis razonamientos dignos de tratados he perdido la noción del espacio y del tiempo, sí, llevo un reloj pero en esta oportunidad no me percato de sus latidos; absorto en mi imaginación de lugares cósmicos con aliens gentiles he perdido la concentración; ensimismado en mis posibles soluciones a las hazañas más increíbles que los hombres pueden imaginar no me he dado cuenta de que ha comenzado a llover y mucho menos que camino completamente empapado.
Miro al cielo y éste me devuelve la mirada congestionada, con una sonrisa encapotada, miro mi atuendo que estila las lágrimas de las nubes y, contrario a cualquier exclamación humana de repudio por la situación, comienzo a sonreír. La lluvia sobre mí, esa agua que cae sobre mi rostro que alzo al firmamento ejerce una tenue presión sobre mi sensibilidad facial; sin previo aviso me detengo en medio de la nada y comienzo a sentir. Con la vista alzada y sintiendo las caricias de las nubes siento su amor que estremece toda mi humanidad, siento su amor que recorre toda mi piel, siento sus infinitos abrazos de tranquilidad como una madre consuela a su retoño; comienzo a recordar.
Dentro de mis años nunca sentí un verdadero cariño, pero con el aguacero recorriendo cada rincón de mi cuerpo percibo que desde lo más interior de mi ser comienza a emerger un sentimiento que o nunca lo había sentido o ya lo había olvidado. De repente bajo mi mirada y veo que a lo lejos hay un parquecito, sin lugar a vacilaciones corro hacia ese sector verde de calma y me recuesto sobre el césped húmedo.
De espalda al suelo y con mi visión fija en un punto invisible del cielo gris cierro los ojos y comienzo a relajarme, esa sensación que emerge de mi interior relaja cada músculo de mi cuerpo agotado por el peso de los años, esa sensación que emerge de mi interior calma mis atormentados pensamientos, en fin esa agradable sensación que viene de mi interior diciendo permiso, voy a pasar, domina todo mi yo y en un instante me uno con la tranquilidad del viento que me susurra en el oído diciéndome te amo. Recostado sobre el pasto, con los ojos cerrados y fundido con el viento, la lluvia cae sin cesar sobre toda la creación; mi alma afligida por los fantasmas del silencio se relaja y sin saber por qué comienzo a llorar.
Recostado sobre la hierba con la lluvia cayendo sobre mi ser y el viento recitándome los más hermosos poemas que mi conciencia ha escuchado, en ese preciso momento, en aquel preciso lugar me siento en paz.

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