lunes, 30 de septiembre de 2013

Devenir

Ya nada es como antes, de aquí a un tiempo lo que yo conocía como mi mundo mutó de tal manera que me es extraño; mi cálido mundo de monotonía y rutina tornó a una correntosa vertiente de sin fin de variedades. Ese mundo de blanco o negro es ahora un remolino de matices.
Lo que yo creía como definitivo, lo que estaba listo para ser de una manera, lo que ya había finalizado cual proceso largo y costoso se transformó en algo nuevo y desconocido, mas eso nuevo y desconocido se volvió a transformar. Algunos le llaman progreso pero yo lo veo como proceso: es un ir y venir de eventos, unos días bueno y otros malos, alegrías y tristezas, matices, matices por todos lados.
Al ver esto que se me presentaba a mi vida me atemoricé como un niño sin su madre por lo que me encerré en la coraza de hierro impenetrable a los embates de Dios. Desde ese lugar confinado en el olvido de todo ser humano y perdido en los rincones de una memoria enferma me puse a pensar y reflexionar qué había sucedido, por qué de la noche a la mañana la tranquilidad de la nada se transformó en una nueva existencia, qué había salido mal.
Dentro de la coraza de hierro impenetrable a los embates de Dios estuve por tanto tiempo como un ser simple y sencillo puede estar buscando respuesta a preguntas que solo EL PRIMERO puede responder, ahí transcurrió el tiempo y el espacio. Estaba en la comodidad de mi nada, mi íntima nada que nadie podía distorsionar; aquella vertiginosidad de la cual escapaba ya no podía afectarme.
En el transcurso del tiempo que para mí no era perceptible se sucedió tan lentamente que me dio espacio para meditar y ver esa luz que tenía desde un principio e iluminaba mi conocimiento universal de algo inmóvil; ahí mi reloj vital se empezó a consumir.
Tenía todo tan claro que el movimiento ya no era necesario en mi vida: la nada es tan tranquila como un mar bendecido por Poseidón, el barco surcaba en aguas quietas esperando a que se desintegrara. Mi nada, la nada.
No hay solución por lo que debo salir de la coraza porque los ecos de los antepasados empiezan a morderme la mente con una frase que me es conocida: a veces son necesarias las crisis. Dios te guarde querido.
En el exterior de mi coraza de hierro impenetrable a los embates de Dios todo estaba tan distinto que lo último que vi ya había mutado en una terjiversación de pensamientos al punto de ser inclasificable en alguna categoría: lo que mi nada aportaba, aquí ya no sirve.
Tenía la base para volar y alejarme del mal pero por caprichos maquiavélicos de Dios ese conocimiento universal para mí fue a parar directo al basurero divino.
Ahora condenado a vivir por la costumbre debo volver a comenzar y mi reloj vital ya no le queda energía, sin mis verdades innegables no soy más que un ente que desperdicia esencia y existencia.
Tenía mi programa listo para luchar contra mis pares pero Dios en su egoísmo divino no lo quiso así. Tuve que esconderme en mi mismo por miedo a mi otro mismo y cuando salí de mi estaba sin armas, desnudo frente al dinamismo de la vida y a la felicidad inestable del cambio eterno, pues ya no queda más que rendirse a la felicidad y a la vida dinámica. Vencido a la autodeterminación y a la trascendencia del hombre: a mi trascendencia. Ya no queda nada, vacío, espacio: universo frío y perfecto que has logrado acabarte e irte con tu creador me absorves a tu dinamismo y me tientas con la felicidad y la tranquilidad del cambio perpetuo, déjame quiero volver a mi rígida nada y pudrirme en la inexistencia. Me hiciste perder mi energía en maquinar cómo adecuarme a la variabilidad. Fuiste enviada por la mente maestra para pregonarme de un lugar mejor y me lo mostraste. Universo, Dios ¿acaso no entienden que yo quiero estar en mi rígida nada, muriéndome en paz?
Ya nada es como antes...